domingo, 23 de diciembre de 2012

Despedida

El fin de semana pasado estuve en la puerta de tu casa sin que tú lo supieras ni me vieras. Ni quería que lo supieras ni quería que me vieras. Mantuve la distancia y vi que tú estabas dentro, pero te hablé en silencio y desde esa distancia.

Fui a despedirme, a decirte que creo que siempre serás el amor de mi vida aunque no nos diste ocasión de vivirlo, que una parte de mi corazón siempre será tuya esté quien esté a mi lado, que nunca me sentí de la forma que tú me hiciste sentir ni creo que vuelva a sentirme así con nadie y que toda la intensa lluvia que estaba cayendo sobre mí en esos momentos no era nada comparada con los mares que te he llorado desde que te fuiste.

Te echo de menos. Te sigo echando de menos. Millones de veces me acuerdo de ti y de cuánto te haría reír esto o aquello y enseguida me entristece el hecho de no poder llamarte para contártelo.

Me doléis tú y tu ausencia. Y también me duele tu dolor, ese que no tiene que ver conmigo pero que me duele porque te quiero y no me gusta que sufras.

Me has cerrado todas las puertas sin merecerlo y yo desearía tanto poder estar a tu lado y ayudarte a olvidar como haría una buena amiga, sin más pretensiones.

Espero sincera y generosamente que tu corazón sane, que encuentres lo que buscas en la vida, que seas feliz y que alguna vez en el futuro te acuerdes de mí con cariño y una sonrisa.

Hasta siempre.